viernes, 3 de febrero de 2012

La Polillazzera: La improvisación


Con mucha frecuencia, en la bibliografía de distintas publicaciones se observan nombres y autores que, además de repetirse y reiterarse como fuente de información en innumerables ediciones, estas obras – debido a la época en que fueron escritas – están prácticamente “desaparecidas” en nuestros días. Cuando por azar o por una eventualidad se tropieza con uno de estos raros ejemplares, la Polilla Jazzera que uno lleva por dentro, sabe que el “alimento” en estos casos consiste en conservar ese material y, dado la importancia del tratamiento procurado al tema desde la perspectiva histórica, la conveniencia de revisitarlo y compartirlo. De eso se trata. Otra mirada, a partir de aquella mirada. (JR)

No constituye la improvisación un recurso privativo del “jazz”, ni tampoco de la música negra. Es un elemento tan antiguo como el propio arte sonoro. Su presencia se observa en toda otra de raíz folklórica. La música primitiva ha sido siempre improvisada. Los gitanos húngaros y rusos se han distinguido por sus improvisaciones instrumentales. En el “canto llano”, el improvisador tenía amplio margen para explayarse. Y entre los compositores “cultos”, Monteverdi, Bach, Mosart, Händel, Beethoven, Liszt, Chopin, Scarlatti, César Franck y cien más, se sirvieron de ella generosamente.
“La improvisación fue siempre un básico método del arte folklórico - escribe el crítico Sidney Finkelstein - y subsistió en las formas más avanzadas de la composición musical, tales como el concierto y la ópera, hasta el siglo XIX, en que, por fin, se estableció una separación drástica entre el ejecutante y el compositor”.
Resulta incuestionable, sin embargo, que este factor se halla con mayor frecuencia y abundancia en el folklore generado por negros, tanto del Africa como del Nuevo Mundo.
Porque el hombre de color es un improvisador de larga tradición. De ello no cabe la menor duda. Todos los viajeros, publicistas de recuerdos, misioneros, musicógrafos y exploradores que visitaron el continente africano y los países a los cuales llegó, en arribada forzosa, en la nave de la esclavitud - los Estados Unidos, el Río de la Plata, las Indias Occidentales, el Brasil y las Guayanas - lo atestiguan. Para constatarlo no hay más que recurrir a la copiosa bibliografía legada por Stanley y Alfred Burdon Ellis, Mungo Park y Livingstone, Cameron y Leo Frobenius, Harry Johnston y Delafosse.
Una herencia africana constituye la improvisación en el negro. Lo ha dicho el antropólogo Herskovits: “La improvisación es un recurso profundamente arraigado en el canto africano”. Y  no solo la realiza en materia musical, sino también literaria. En el Africa, la mayor parte de la literatura es oral y se trasmite de una generación a la otra mediante los llamados “griots” o castas de trabajadores intelectuales.
Cuentos, leyendas, fábulas, apólogos, mitos, poesías, canciones, adivinanzas, pasan así de padres a hijos, por medio de la tradición oral. Pero, al trasmitirse de unos a otros, no se conservan intactos, sino que sufren alteraciones. Pues sobre ellos gravitan dos poderosos factores: la improvisación y la variación. Factores poderosos nunca ausentes de las formas artísticas de los morenos. (Continúa)

Tomado de: “Estética del Jazz” de Néstor R. Ortiz Oderigo / Ricordi Americana, Buenos Aires, Argentina, 1951
Foto: Malinke griot - print '800

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